miércoles, 22 de mayo de 2013

Pintura japonesa: el Genji monogatari emaki

El Genji monogatari en la pintura japonesa
Tras los dos anteriores artículos dedicados a la explicación de qué es un emakimono en general, hoy me gustaría analizar una obra realizada en ese característico formato de la pintura japonesa.

En esta primera entrega doble presentaré dos obras cumbres de la pintura japonesa: el Genji monogatari emaki, del que ya inserté algunas reproducciones en los anteriores artículos, y el Heiji monogatari emaki. Ambas se basan en sendas narraciones clásicas: el Genji monogatari de Murasaki Shibiku (La historia de Genji en traducción española de Jordi Fibla a partir de la inglesa de Royall Tyler, en Editorial Atalanta, Gerona, vol. I, 2005 y vol. II, 2006) y el Heike monogatari (Heike monogatari en traducción española de Rumi Tani y Carlos Rubio en Editorial Gredos, Madrid, 2005).

Dos obras literarias
El Genji monogatari es, a juicio de los expertos, la más importante obra literaria japonesa. Su estructura y extensión son monumentales: más de 400 personajes y más de 800 poemas en una novela creada durante el primer cuarto del siglo XI y que supera en extensión a El Quijote. Su argumento se centra en las vicisitudes del príncipe “radiante” Genji y la vida en la corte heian. Su autora fue Murasaki Shibiku (c.1000).

El Heike monogatari es una impresionante epopeya medieval, concluida hacia 1225 por un autor o autores desconocidos a partir de material de transmisión oral. En ella se narra el enfrentamiento y lucha por el poder de dos clanes rivales, el de los Heike y el de los Genji. La victoria final de este último marcó el comienzo de un nuevo periodo, el Kamakura, y la llegada al poder de la austera clase samurai después de desplazar a la sofisticada aristocracia heian, magistralmente retratada en el Genji monogatari.

Una novela trata de la vida cortesana, plena de lances amorosos, misivas poéticas y embelesos ante una flor, la Luna o un sedoso kimono: la cultura heian en todo su esplendor. La otra es un relato lleno de acción, dramatismo, lealtades y traiciones entre guerreros que narra el fin de la exquisita aristocracia heian y el nacimiento de la austera clase samurai.

Pues bien esos dos ambientes son los que reflejan los emaki que voy a comentar.

El emakimono, antecedente del cinematógrafo
Ya expliqué en el artículo Pintura japonesa, el emakimono la forma ideal de contemplar una pintura en rollo, extendiéndola y enrollándola simultáneamente. Eso quiere decir que cuando se examina en un museo, se debería intentar verla de la misma manera, es decir, primero leer el texto caligrafiado y a continuación observar la pintura. En este caso, el observador tiene que trasladarse a lo largo de la larga vitrina de una forma que recuerda el movimiento de una cámara cinematográfica cuando realiza un traveling. Aunque también puede rememorar una primitiva película muda con su intercalado de rótulos explicativos. La similitud de la estructura de un emaki con un plano secuencia cinematográfico es mucho más clara cuando en la pintura en rollo no existen partes caligrafiadas que interrumpan su discurso pictórico. De ese tipo de emakimono, aparecido más tarde, comentaré algunos ejemplos en próximos artículos.

El nacimiento de la pintura japonesa
Tanto el Genji como el Heiji emaki tienen un estilo que los diferencia de sus modelos chinos. A mediados del siglo VII, la pintura japonesa tenía una fuerte influencia de las formas continentales, como demuestran los ondulados trazos y brillante policromía de las pinturas murales en Hōryū-ji y en la tumba de Takamatsuzuka.

Sin embargo, a partir del siglo X, surgió en Japón un nuevo estilo que empezaba a distanciarse de sus primeros modelos chinos. Si bien los temas de las obras seguían siendo leyendas, historias o poemas de aquel país, se estaba produciendo un desplazamiento hacia lo que finalmente sería una pintura verdaderamente japonesa, la conocida como yamato-e. Ese nuevo estilo se gestó durante el periodo Heian y sus soportes solían ser biombos o paneles, elementos muy utilizados en los interiores de la arquitectura de la época. Lamentablemente, muy pocas de esas obras han llegado hasta nuestros días, dado que tampoco lo han hecho los edificios en los que se encontraban. Una excepción, que comentaré otro día, es el Salón del Fénix en los alrededores de Kioto. Afortunadamente, mejor suerte han tenido los emakimono, muchos de ellos guardados celosamente en los templos budistas. La mayoría de ellos datan del periodo Kamakura, como los que hoy comento.

Características de la yamato-e
El concepto de yamato-e se creó en contraposición al de kara-e, es decir, “pintura de estilo chino”. Esta última, además de centrarse en temas o argumentos del país continental, era monocroma, es decir, se ejecutaba exclusivamente con tinta china sobre papel. El empleo del color en la yamato-e seguramente era un reflejo de la sofisticada sociedad heian. Parece ser que fue un miembro de esa corte, Fujiwara Yukinari (972-1027), quien empleó por primera vez en su diario el término yamato-e para describir el estilo en que había pintado un abanico. Algunos autores la califican como pintura profana para diferenciarla de la de temas religiosos o míticos, generalmente monocroma.

La carencia de reglas o cánones rígidos como en China, fuesen temáticos o compositivos, permitió que las obras japonesas se distanciaran de sus primeros modelos continentales. Poco a poco se fueron conformando unos rasgos que con los siglos se convertirían en señas de identidad del arte pictórico japonés. Algunos de ellos eran:
  1. El paisaje dejaba de ser el elemento predominante de la composición y se transformaba en un simple fondo de la escena. Mientras el panorama lejano se situaba en la parte alta del papel, la vegetación en primer plano se limitaba a aparecer discretamente por la zona inferior.
  2. El ser humano, que en la pintura china siempre se veía empequeñecido frente a la naturaleza, se convertía en protagonista de la composición.
  3. Las nubes servían para separar escenas diferentes, ya fuese por desarrollarse en distintos lugares o en tiempos diferentes.
  4. El color se empleaba con fines simbólicos de acuerdo con la atmósfera de la escena o los sentimientos de los personajes.
La popularización de la pintura en rollo durante el periodo Heian, se debió, entro otros motivos, a la amplitud de temas que trataba. Tanto reflejaba la vida de la corte, como creencias budistas, costumbres populares o crítica social. Había un tema para cada tipo de público. El ejemplo más antiguo que se conserva de pintura en rollo de estilo yamato es el Genji monogatari emaki.

Rollos conservados
Título: Genji monogatari emaki
Obra original: 10 rollos
Obra conservada: 4 rollos custodiados en:
Un rollo en el Museo de Arte Gotō de Tokio.
Tres rollos en el Museo de Arte Tokugawa de Nagoya.
Autor: atribuido sin certeza a: láminas, Fujiwara Takayoshi (activo a finales del s. XII); caligrafías, Fujiwara Korefusa (1030-1096), Fujiwara Sadanaga (Jakuren) (1139-1202) y Asukai Masatsune (1170-1221).
Fecha ejecución: principios del siglo XIII.
Medio: tinta y color sobre papel
Medidas: láminas de 40-48x22 cm, aproximadamente

Ya comenté en mis dos primeros artículos que los rollos de esta obra están formados por láminas alternadas de pinturas y de caligrafías. No obstante, hay especialistas que opinan que las pinturas se crearon independientemente de las caligrafías y que estas no se incorporaron para formar el rollo hasta fechas muy posteriores a su ejecución.

El dibujo de los personajes
Las láminas del Genji emaki se ejecutaron dibujando primero las líneas de contorno de las figuras y objetos para a continuación rellenar su interior “uniformemente” con pigmentos. Las caras de los personajes resultaban impersonales y sexualmente indiferenciadas: bastaba un simple trazo grueso para las cejas y otros más finos para ojos y boca, mientras la nariz apenas se insinuaba con un quiebro de un finísimo pincel.

El Genji monogatari emaki, capitulo Suzumushi, Museo Gotō, Tokio.
Foto Wikimedia Commons.

El dibujo de los edificios
Cuando un observador actual, acostumbrado a los estilos pictóricos posrenacentistas, contempla esta obra, puede experimentar una cierta desazón producida por la manera en que están dibujadas las paredes, pilares o biombos. Me refiero al empleo de la perspectiva denominada axonométrica, es decir, sin puntos de fuga. En la siguiente ilustración se representa una esquina de la galería que rodea a la habitación donde se encuentran los dos personajes. Las barandillas de ambos lados forman un ángulo de 90º y, además, son paralelas al borde del pavimento, al umbral y a la viga por encima de ambas personas.

Pues bien, esa singular forma de representar los edificios se mantendrá en la pintura japonesa a lo largo de los siglos hasta mediados del XIX. Si bien es cierto que la perspectiva cónica (con puntos de fuga) no se perfeccionó en Europa hasta el Renacimiento, también lo es que en Japón  nunca se utilizó esa técnica de representación que pretendía ser un fiel reflejo de la realidad; incluso a pesar del contacto con los métodos pictóricos europeos importados por los misioneros católicos llegados al país durante los siglos XVI y XVII. Los artistas japoneses siempre fueron remisos a un exceso de realismo en sus obras.

El Genji monogatari emaki, capitulo Yadorigi, Museo Tokugawa, Nagoya.
Foto Wikimedia Commons.

Por otro lado, dado que gran parte de las escenas de esta obra se desarrollan en espacios interiores, para mostrar lo que acontecía en ellos era imprescindible aceptar una licencia artística: el “retirar” los tejados de los edificios para contemplar a los personajes a vista de pájaro. Ese recurso se conoce como fukinuki yatai y también se mantendrá a lo largo de los siglos en la pintura japonesa.

El Genji monogatari emaki, capitulo Suzumushi, Museo Gotō, Tokio.
Foto Wikimedia Commons.

El color empleado en el Genji emaki, hoy bastante apagado, debió de ser en su época mucho más vivo para poder reflejar no solo la brillantez de los kimono cortesanos, sino la sutileza de las cortinas y esterillas de los interiores donde vivía la sofisticada aristocracia heian.

El Genji monogatari emaki, capitulo Yadorigi. Museo Tokugawa, Nagoya.
Foto Wikimedia Commons.

Pervivencia del Genji monogatari y de los recursos técnicos del Genji monogatari emaki
El Genji monogatari ha servido de inspiración a numerosos artistas japoneses de todos los tiempos, y no solo pintores, sino también maestros jardineros, autores teatrales, o músicos. Como muestra de ello, traigo aquí un par de biombos titulados Escenas del Genji monogatari que datan de mediados del siglo XIX y cuyo autor fue Kanō Chikayasu (1804-1891).

Kanō Chikayasu. Escenas del Genji monogatari, c. 1850,
Tinta, color, pan de oro y mica sobre papel, biombo izquierdo, 169x357 cm,
Sant Louis Art Museum , USA. Foto Wikimedia Commons.

Kanō Chikayasu. Escenas del Genji monogatari, c. 1850,
Tinta, color, pan de oro y mica sobre papel, biombo derecho, 169x357 cm,
Sant Louis Art Museum , USA. Foto Wikimedia Commons.

En ese par de biombos del siglo XIX puede comprobarse que su autor siguió utilizando algunos de los procedimientos vistos en los emaki del periodo Heian, como la perspectiva axonométrica y la eliminación de los tejados para representar los edificios. Pero aquí se observa otro recurso que estaba entonces solo latente: la separación de las diferentes escenas mediante una red de nubes de pan de oro, las cuales convierten al biombo en una serie de acontecimientos autónomos separados por franjas doradas. Las láminas independientes de un emaki del siglo XII están ahora todas presentes en un único y enorme soporte, un biombo de más de 3 m de ancho donde se puede contemplar, ahora sí en brillantes colores, una docena de episodios de la famosa novela. ¿Fue esto un precedente de los manga actuales?

La semana próxima hablaré de otra obra maestra de la pintura japonesa en rollo, este es su enlace directo.

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